viernes, 22 de abril de 2011

El amor en tiempos de Twitter by Eli



El amor, ese tema que ha dado obras de arte, musicales, películas….y lo que nos queda, tiene ahora una nueva ubicación, el 2.0 y entre ellos, hemos elegido el Twitter.

En este mundo actual en el que las relaciones no son nada sencillas, ya que apenas hay tiempo y muchas veces, ni ganas, se abre de repente un nuevo escaparate para venderte y que se vendan. Tan sencillo como buscar una foto de avatar (ya sea esta de tu prima la Miss España) y un nick que diga algo sobre ti mismo (aunque sea mentira) y ser capaz de contar las cosas en 140 caracteres.

Hasta ahí nada que objetar, ¿verdad? Parece sencillo e incluso con bastantes posibilidades. Pues bien, nada más lejos de la realidad: la historia se empieza a complicar cuando empiezas a ver a ese tuiter@ como algo más que un nick y un avatar, cuando empiezas a tener un poco de confianza y si encima os seguís… BINGO!!! Mensaje directo que va, mensaje directo que viene.

Que si “buenos días”, que si “¿qué tal te va?”, que si “he visto que has posteado una canción de Maná, eso es que estás depresiva”, que si “¿estudias o trabajas?”, que si “has visto al tuitero1 qué ha dicho del tuitero2” (no os hagáis cruces que todos lo habéis hecho…). Hasta que de repente y sin saber por qué acabas hablando con esa persona como si fuera el amor de tu vida (ojito! que aún ni le has visto e incluso puede ser que de avatar tenga a José Mourinho -hago un inciso para decir que no sigo a huevos-) y le empiezas a atribuir cualidades que te gustaría que tuviera. Por ejemplo: que tuitea una canción de Love of lesbian y es tu grupo favorito, ya te empiezas a hacer la olla mental de que es una señal del más arriba en forma de pajarito azul; que hace un RT de una frase de Benedetti, da igual que tenga 11563 seguidores, la ha hecho para que tú la lea -¡es una declaración en toda regla!- y así podría seguir hasta el infinito de Buzz Lightyear.

Lo más normal en estos casos es que el siguiente paso, 3467 DM después, sea la desvirtualización, la prueba del algodón y esas cosas. Quedáis en un sitio neutral y, si puede ser, con el look del avatar para reconocerse. Como eso en la mayoría de ocasiones es imposible, ya que hay avatares que ríete tú del photoshop a la Preysler, más o menos os describís el color de la ropa.

Llega el momento en el que te imaginas que vas a conocer al hombre (mujer) de tu vida y llegas al punto de encuentro cuando ya ibas montada en el avión a Cancún donde iríais juntos de vacaciones (loser).

Y lamentablemente, ¿qué es lo qué ocurre? Que, como la canción de Sergio Dalma, le he dicho que soy un poquito más alto. Las expectativas que te has marcado propias del récord del mundo de pértiga se pegan sin previo aviso con el listón y acabáis ambos sobre la colchoneta mientras oyes la típica voz en off de “¿quién te manda citarte con alguien cuyo avatar era el de House?! ¡Obvio, tenía que ser parco en palabras e hipocondríaco!” Así que aguantas estoicamente el zumo, el agua y en vuestro caso fijo que una cerveza y te despides con un par de besos de esos de Judas, seguidos de la frase de ETT: “Ya te llamaremos”.

Te vuelves a casa con la Thermomix por cabeza: ¿por qué se tiene más valor detrás de una pantalla? ¿Por qué se miente? ¿Por qué en cuanto nos dicen dos palabras seguidas que nos suban la autoestima pensamos que es verdadero? ¿Por qué estamos tan ávidos de compañía humana pero sin compromiso?

Continuará…..

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