lunes, 25 de abril de 2011

Aestima te ipsum


Decía el oráculo de Delfos que Sócrates era el más sabio de todos los hombres que poblaban la tierra porque no hacía más que repetir aquello de nosce te ipsum,“conócete a ti mismo". No voy a decir que el oráculo tenía razón; voy a decir que la sigue teniendo y que dicha máxima debería estar presente en las casas de cada una de las personas que moran este planeta.

Me explico.

Conocerse a si mismo es la única manera posible de ser feliz, sin tratar de vender motos al prójimo o, lo que es lo mismo, vendérnoslas a nosotros mismos. Conocerse a si mismo implica algo mucho más complicado que el simple hecho de recordar nuestras vivencias o ser capaces de intuir cómo vamos a reaccionar ante una determinada situación. Implica quererse y aceptarse. Implica autoestima.

“Autoestima” es un término compuesto por “auto” -del griego, “el mismo”- y “estima”, del latín, aestimare, es decir, valorar algo en ases, la antigua moneda romana. Los romanos, que, por mucho que dijera Obélix, de locos no tenían ni un pelo, nos han dejado este término que resulta acertadísimo. Me atrevo a decir que aquella persona que tenga una buena autoestima equivaldrá su peso -mutatis mutandis- en euros. Vaya por delante que hablamos de autoestima: ni vanidad, ni egocentrismo ni falsas apariencias que destiñen a la primera de cambio, cual príncipe azul hecho rana.

¿Acaso hay algo más enloquecedoramente atractivo en un hombre o mujer que la confianza en si mismo? Pensadlo bien: un hombre -o mujer- con una sonrisa franca, que mira a los ojos sin dudar, que dice lo que piensa, que propone con naturalidad, asertivo y no se ofusca ni se siente inferior ante una pareja exitosa, independientemente de lo que murmullen los demás.

A pesar de que puedo notar cómo me estáis dando todos la razón en este momento, hemos de reconocer que no es algo fácil. Vivimos en un mundo terriblemente contradictorio. Cruelmente contradictorio, incluso. Nos bombardean desde mil y un lugares con la idea de éxito asociada a un trabajo, dinero, pareja, posesiones varias pero nos mirarán con malos ojos -o nos tacharán de fracasados- si no sabemos encontrar el justo término medio para hacerlos evidentes, sin ofender las sensibilidades ajenas. Los planes educativos insisten en aquello de educar en valores pero todos los medios de comunicación nos dejan claro que sigue existiendo un canon de belleza física -para ellas y ellos, ojo!

Lo más fácil es lanzarse al que dicen es deporte nacional en este país: aparentar. Personalmente, no he estado tanto tiempo en otros países como para comprobarlo, pero algo me dice que esto es patrimonio de la humanidad. Aparentar no es más que la versión corta del “pan pa' hoy, hambre pa' mañana”. Es en la autoestima donde reside la llave que nos abrirá todas y cada una de las puertas que nos propongamos abrir.

¿Sirve de algo no verse bien ante el espejo? A quién ayuda sentirse un fracasado? Mejoran nuestros problemas cada vez que nos tiramos piedras sobre nuestro propio tejado? ¿Fustigarse con la idea de no ser atractivos, exitosos o llevar la vida que se supone que deberíamos estar llevando ya según nuestro exigente planning ha hecho alguna vez que nos den el trabajo que nos han quitado, se volatilicen los kilos de grasa que nos atormentan o que nos haga caso esa persona que nos ha roto el corazón con su negativa? Y sin embargo, ¿cuántos de los que estáis leyendo esto no lo habéis hecho alguna vez o, lo que es peor y comprensible, lo seguís haciendo?

Y otra pregunta más: de las pocas cosas que se pueden afirmar en esta vida con seguridad, sin miedo a equivocarse, ¿no es el hecho de que tendremos que vivir con nosotros mismos una de ellas? Independientemente de que uno se case o se convierta en monje budista, es físicamente imposible separarnos de nosotros mismos. Con lo cual, ¿no deberíamos considerar la idea de dejar de ponernos piedras en nuestro propio camino que para eso -por desgracia esta es otra de las verdades que se pueden afirmar sin dudas- ya estarán los demás?


Mi amiga Maria podría resumir esta columna con un comentario que compartió conmigo en cierta ocasión:

- ”Mamá, ¿soy guapa?”

- “No, hija, pero tú muévete como si fueras irresistible."

RT.


2 comentarios:

  1. Lucía, con sencillez dijiste cosas muy profundas. Quererse y cuidarse a uno mismo, no es superficial, es necesario valorarse! Y lo de aparentar, en mi país también es deporte nacional. Besos! Me voy caminando como si fuera irresistible...

    ResponderEliminar
  2. Marita, me alegra que te haya gustado el post! Valorarse parece algo obvio pero nos cuesta tanto! Y por cierto: no creo que necesites el "como si fueras irresistible": doy fe de que tu personalidad irresistible y arrolladora trasciende la web ;-) Besos, divina!

    ResponderEliminar