- “Hala! Qué guapos! Dónde los has comprado?”
- “Ah, claro! De ahí que traigas zapatos tan bonitos siempre...”
Cuando
tenía 12 años, mi padre dejó de deslomarse cada día repartiendo
cajas de azúcar y café para pasarse junto con mi madre al mundo de
los zapatos. Sin tener todavía muy claro qué era un zapato chanel o
si cuando se hablaba de pulsera Gilda la cosa seguía tratando de
zapatos, se embarcaron en aquella aventura con la misma valentía que
nos han inculcado a sus tres hijos -”A lo único a lo que no se le
puede tener miedo es a la vida”- y una ciega creencia en que el
trabajo duro siempre acaba por dar sus frutos.
Los
comienzos fueron titubeantes, como todo en la vida. Tuvieron que
tomar decisiones arriesgadas como, por ejemplo, qué linea de zapatos
comprar y cuál no. En zapatos, queridos lectores, no se trata
simplemente de comprar los que a uno le gusten, sino aquellos que
podrán llegar a venderse a la clientela. La complejidad no se acaba
aquí, por supuesto.
A
pesar de que El Corte Inglés lo repita una y otra vez ad nauseam, ni
el cliente siempre tiene la razón, ni mucho menos sabe lo que
quiere. Muchas son las veces en que el cliente entra a la tienda más
perdido que un pulpo en un garaje, con una idea, por decirlo suave,
tremendamente vaga de lo que busca. El truco del vendedor con todas
las letras, cual si de un prestidigitador se tratara, es convencer al
cliente de que este es el zapato que necesita, coincidiendo o no con
sus expectativas previas. Y esto, señores y señoras, dista mucho de
engañar: se trata de guiar, de aconsejar, de proponerle al cliente
opciones que antes no había contemplado pero que son la horma de su
zapato. En resumen, auténticos profesionales del calzado que no se
limitan a cobrarte el producto en caja y recordar cuál es el período
de devoluciones. Conocen a la perfección aquello que están
vendiendo porque comprarlo requirió asumir ciertos riesgos que
impactarían directamente en su vida.
Eligieron
una linea moderna, a pesar de las fuertes críticas iniciales -”esto
en Asturias no funciona”; “nos vamos a comer todos los pares de
este modelo”-, lo cual suponía echarse todo un órdago: no dejaban
de ser recién llegados al sector. Al principio, no todos los
fabricantes querían venderles su producto. El reto era doble: creer
en su propia visión de la moda y convencer a las grandes casas
fabricantes de calzado de que su camino conllevaría al éxito, por
tanto, dignos de exponer su producto en los escaparates.
Os
hago spoiler: la cosa salió muy bien. “Calzados Pérez” se
convirtió en todo un referente. Mis padres fueron durante 20 años
el tándem perfecto: mi madre elegía los zapatos con una innata
intuición sobre qué modelo triunfaría y cuál no, en qué color
pegaría más fuerte o si era necesario cambiar el tipo de tacón; mi
padre, por su parte, estaba detrás de la elección del zapato de
caballero, haciendo que todos los modelos escogidos por motivos
estéticos encajaran en los presupuestos económicos que toda empresa
debe tener.

Lo
escribo y se me hace un nudo en el estómago. 20 años que han pasado
como un suspiro. Todavía parece que fue ayer cuando abría con
curiosidad las cajas de zapatos que estaban al alcance de mi estatura
por aquel entonces, probándome zapatos para, a continuación, ir a
enseñárselos, como quien no quiere la cosa, a mi madre. Buscaba que
me dijera que me los podía quedar, pero muchas veces me venía con
aquello de “tienen mucho tacón para ti, Luci. Tienes que esperar
un poquitín más.” Yo me enfurruñaba y deseaba vivamente crecer
ya, para ponerme sobre aquellos tacones. El tiempo de crecer y de los
tacones llegó, irónicamente, cuando empecé a decantarme por el
zapato plano. Todavía puedo escuchar a mi madre intentando
convencerme, con esa manera tan cariñosamente insistente suya, de
que cogiera algún zapato de tacón, que ya estaba bien de ir tanto
en plano, con lo bueno que es llevar un poco de tacón.
Imposible condensar 20 años de
zapatos en unas lineas. Porque en mi casa un zapato no es sólo algo
que llevar puesto en los pies. Hablar de zapatos en mi casa es hablar
de 20 años de nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario